Quien más quien menos sabe que el azúcar no es saludable. El consumo habitual de azúcar se relaciona con la obesidad y la insulinorresistencia, aumenta el riesgo cardiovascular, altera el sistema nervioso, desequilibra la microbiota intestinal −lo que provoca cándidas− y es altamente adictivo, entre otros inconvenientes. Puedes encontrar más información en estos dos artículos de Neus Elcacho: La guía definitiva de endulzantes y Cómo dejar los dulces y el chocolate.

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De hecho, la población ya es bastante consciente de ello porque el consumo de azúcar de mesa ha disminuido a la mitad desde 1980. Esto significa que evitamos añadir azúcar al café, a la infusión, al té o al yogur. Paralelamente, el consumo de azúcar total ha aumentado más de un 20 % durante los últimos 35 años, seguramente ligado a un cambio de patrones alimentarios.

Más del 75 % de azúcar que consumimos hoy en día es invisible porque está incorporado en alimentos procesados o envasados por la industria alimentaria.

Según el Informe Planeta azúcar de VSF Justicia Alimentaria Global, más del 75 % de azúcar que consumimos hoy en día es invisible porque está incorporado en alimentos procesados o envasados por la industria alimentaria. En productos dulces nos lo podemos imaginar, pero también está presente en multitud de productos salados como conservas, embutidos, galletas saladas, salsas o pan de molde, entre muchos otros.

Hace unos meses, la OMS recomendó una reducción del consumo de azúcar del 10 % al 5 % de la ingesta calórica total, para obtener beneficios adicionales. Un 5 % de la ingesta diaria equivale a unos 25 gramos (aproximadamente 6 cucharadas de café) de azúcar al día para un adulto con un índice de masa corporal normal.

La OMS no se refiere a los azúcares presentes de forma natural en los alimentos como las frutas y las verduras frescas, los cereales o los azúcares de la leche, sino a los azúcares añadidos por la industria alimentaria (alimentos precocinados, pan de molde, salsas, galletas…) o a los que están libres en alimentos procesados (zumos, melazas o papilas de cereales, entre muchos otros).

¿Cómo nos podemos beneficiar de no sobrepasar más de un 5 % el consumo de azúcares libres cuando tres cuartas partes del azúcar que consumimos es invisible y no lo tenemos en cuenta? Los datos del consumo medio de azúcar en España son escalofriantes: 112 g por persona, cuatro veces más de lo que recomienda la OMS.

Nos tendremos que poner las pilas para saber si lo que comemos lleva azúcar y empezar a mirar etiquetas con la calculadora en la mano porque la información que se da no puede ser más enrevesada. Según el informe de VSF, casi el 70 % de la población no entiende la información que aparece en las etiquetas.

Hace unos meses, se aprobaron algunas “mejoras” en el sistema de etiquetado para facilitar a los compradores la elección de productos. De manera voluntaria, se pueden destacar las kcal, los azúcares, las grasas, las grasas saturadas y la sal en la parte frontal del envase o en algún lateral.

Descifrando etiquetas

Se supone que este resumen destacado es para facilitar la lectura del etiquetado, pero vamos a desgranar la información que se nos da para que no haya ninguna duda. La infografía siguiente es de una etiqueta de cereales para el desayuno que podemos encontrar actualmente en un supermercado y a la derecha la versión que defiende VSF (basada en el sistema de semáforos que explicamos un poco más abajo):

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¿Qué podemos destacar?

  • Aunque los productos sean para el público infantil, la ingesta que se toma de referencia (IR) es un adulto medio que consume 2.000 kcal al día.
  • El porcentaje y los gramos se calculan por raciones, pero cuidado porque las raciones que marcan siempre son más pequeñas que las que consumimos habitualmente.
  • Si nos concentramos en el azúcar, todos los cálculos se hacen según la Ingesta de Referencia que marca la industria. ¿Y eso qué quiere decir? Pues nada menos que 90 g de azúcar al día, ¡como máximo!

¿Cómo os habéis quedado? Cuando se tienen que dar tantas explicaciones, el resumen no es útil. Cuando hay que sacar una calculadora para averiguar el azúcar que contiene por ración real o saber el porcentaje respecto a los 25 g que recomienda la OMS, es un engaño.

Alternativas: semáforo y sello de valor nutricional

Hemos preguntado a Javier Guzmán, director de VSF Justicia Alimentaria Global, como se podría mejorar este resumen destacado y nos ha hecho la propuesta siguiente:

  • En el caso del azúcar, que se tome la cantidad máxima recomendada por la OMS de 25 g y no los 90 g de la industria para calcular los gramos de azúcar por ración y los porcentajes de azúcar por ración.
  • Raciones reales o de 100 g.
  • Sistema de semáforos: simula la señal de tráfico para facilitar la lectura de la etiqueta. En la siguiente tabla comparamos los valores actuales de la IR del azúcar (90 g) y la abismal diferencia si se pudiera aplicar la recomendación de la OMS (25 g).

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El Parlamento Europeo votó en contra de esta propuesta en 2010 porque ciertos países se opusieron, pero el Reino Unido lo usa de manera voluntaria con muy buenos resultados en cuanto a los consumidores, y con ciertos problemas legales, porque desde de Europa se quiere vetar. Quizás os suena porque Eroski también lo usa voluntariamente en su marca blanca.

  • Algún elemento gráfico que identifique los productos saludables, tipo el agujero de la cerradura de Suecia. El Keyhole se usa en Suecia desde 1989 y se ha hecho extensivo a Dinamarca y Noruega. Identifica productos con valor nutricional saludable, siempre que se cumplan los requisitos estipulados.

Solo teniendo en cuenta el azúcar, el semáforo es muy efectivo, pero es cierto que pueden pasar cosas como que en un refresco de cola aparezcan todas las redondas en verde y solo el azúcar en rojo. Por tanto, es interesante incluir algún símbolo que reconozca el valor nutricional saludable, como el caso del agujero de la cerradura de los países nórdicos.

Guzmán reclama un cambio político: “Son necesarias políticas que promocionen la buena alimentación y den oportunidades a pequeños productores y a la comida ecológica para generar un cambio de patrón de la industria alimentaria y también de la agricultura. Al mismo tiempo, se debe frenar la comida industrial con impuestos sobre la mala alimentación”.

Mientras llegan los cambios en la política, como consumidores tenemos mucho que decir y la conclusión es la de siempre, que la base de nuestra alimentación sean las verduras y las hortalizas y la comida de verdad. Si evitamos los productos procesados o envasados ganaremos en salud ¡y nos ahorraremos muchos dolores de cabeza!

Más información:

 

 

Lluca Rullan
Lluca Rullan

Periodista y dietista integrativa

  @llucarullan   @llucarullan_dietista